Femicidios en Chile del 2020 a 2024: cifras, avances y deudas pendientes
Hablar de femicidios en Chile no es solo una cuestión de cifras; es hablar de vidas que fueron apagadas brutalmente, muchas veces después de una larga historia de violencia que no encontró la protección oportuna. Aunque el término se ha instalado con más fuerza en los medios y en la conversación pública en los últimos años, cada caso sigue siendo una herida abierta para familias, comunidades y para el país entero.
Entre 2020 y 2024, Chile ha vivido momentos clave en torno al debate sobre la violencia de género. Desde cambios legislativos hasta manifestaciones masivas exigiendo justicia y protección real para las mujeres, el tema ha ganado visibilidad. Sin embargo, la visibilidad no siempre se traduce en prevención efectiva. Las cifras anuales de femicidios muestran avances dispares: en algunos años han disminuido levemente, pero en otros han vuelto a subir, dejando en evidencia que el problema sigue lejos de estar resuelto.
Detrás de cada número hay una historia. Una mujer, una familia, una comunidad impactada por una pérdida irreparable.
Por eso, más allá del análisis frío de los datos, este artículo busca contextualizar las estadísticas, compararlas año a año, y entender qué ha cambiado (y qué no) en la lucha por erradicar este tipo de violencia en Chile. Porque solo con información clara y conciencia colectiva se puede avanzar hacia una sociedad donde ninguna mujer tema por su vida.
En La Tendencia queremos contribuir con lo anterior con el siguiente artículo.
Estadísticas femicidios 2020: El inicio de una década marcada por la violencia íntima
Parejas y exparejas fueron responsables de la mayoría de los femicidios registrados este año, en un panorama que ya comenzaba a mostrar una dolorosa tendencia nacional.
Femicidios en 2020 en Chile: Número de casos por región
La Región Metropolitana encabezó la lista con 12 femicidios registrados en 2020, lo que representa cerca del 28% del total nacional. Esta cifra no solo refleja el peso demográfico de la zona, sino también la visibilidad mediática y la concentración de casos en contextos urbanos donde, paradójicamente, también hay mayor acceso a redes de apoyo. Le siguen Valparaíso con 6 casos y O’Higgins con 5, evidenciando que la violencia extrema contra las mujeres no distingue entre centros urbanos y regiones de menor tamaño.
La dispersión geográfica del resto de los casos muestra que ninguna región está libre de este fenómeno. Desde el extremo norte hasta el extremo sur del país, los femicidios ocurrieron incluso en regiones con baja densidad poblacional como Aysén y Magallanes. Esto pone sobre la mesa la urgencia de contar con estrategias descentralizadas de prevención, atención a víctimas y persecución penal, que lleguen a todos los rincones del país sin excepción.
El patrón nacional que se desprende del mapa de femicidios en 2020 es claro: la violencia femicida no es un fenómeno aislado, sino estructural. Las cifras muestran que, aunque en menor cantidad, cada región reportó al menos un caso. Esto obliga a repensar la respuesta del Estado no solo en términos de justicia, sino también de educación, salud mental, acompañamiento psicosocial y protección efectiva para mujeres en riesgo. Mientras cada región lidia con sus propias realidades, lo común es el dolor de perder a mujeres cuya vida fue arrebatada por la violencia machista.
Femicidios en 2020 en Chile: Relación entre víctima y agresor
Uno de los datos más elocuentes del 2020 es que en más de dos tercios de los casos, el agresor era la pareja actual o la expareja de la víctima. Esta cifra no solo reafirma lo que ya sabemos sobre la violencia de género: que muchas veces ocurre dentro de contextos íntimos y cotidianos, sino que también nos obliga a cuestionar cuánto está fallando la red de prevención cuando mujeres que ya se han separado de sus agresores siguen siendo asesinadas. La idea de que “salir de la relación” es suficiente para estar a salvo queda completamente desmentida por estas cifras.
En un segundo plano, aparecen agresores que eran conocidos o familiares, lo que refuerza el patrón de cercanía: la mayoría de las mujeres fueron asesinadas por alguien con quien mantenían algún vínculo. La violencia no suele venir del desconocido en la calle, sino de personas que ya estaban presentes en sus vidas. Esta información debe ser considerada con fuerza por las políticas públicas, sobre todo al momento de definir medidas cautelares, sistemas de alerta temprana y protección efectiva para quienes ya han denunciado o viven con miedo.
Finalmente, aunque hay un pequeño porcentaje de casos donde el agresor es un desconocido o no se tiene información clara, estas situaciones siguen siendo mínimas. La categoría “sin información” también nos recuerda que aún hay trabajo pendiente en materia de registro y sistematización de los casos. Saber con exactitud quién fue el agresor y cuál era su relación con la víctima es clave para entender las dinámicas detrás del femicidio y generar acciones de prevención basadas en evidencia real, no en suposiciones.
Femicidios en 2020 en Chile: Rango de edad de las víctimas
El grupo etario más afectado por femicidios en 2020 corresponde a mujeres entre 18 y 44 años, que en conjunto representan más del 65% de los casos. Esto refleja una realidad dolorosa: las mujeres en edad reproductiva, laboral y socialmente activa están más expuestas a este tipo de violencia extrema. Muchas de estas víctimas eran madres, estudiantes o trabajadoras, lo que subraya el impacto que su pérdida tiene no solo en sus círculos íntimos, sino también en el tejido social.
Otro dato relevante es la presencia de casos entre mujeres mayores de 60 años y menores de edad. Aunque en menor número, estos casos muestran que el femicidio no tiene edad: puede afectar tanto a niñas como a mujeres mayores, quienes muchas veces se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad física o económica. En estos grupos, la dependencia del entorno y la falta de redes de apoyo suelen ser factores que dificultan la denuncia oportuna y la protección efectiva.
La distribución etaria evidencia que la violencia femicida no es aleatoria ni marginal: sigue un patrón que puede identificarse y prevenirse con políticas públicas bien enfocadas. Programas de protección para mujeres jóvenes, sistemas de alerta en comunidades escolares, y planes de acompañamiento para adultas mayores podrían ser medidas concretas para intervenir a tiempo. Las cifras por edad no solo revelan a quiénes afecta esta violencia, sino que también orientan hacia dónde deben ir las soluciones.
Estadísticas femicidios 2021: La continuidad de un patrón estructural
Con cifras similares al año anterior, los femicidios en 2021 reafirmaron que la violencia de género no da tregua. Las regiones más pobladas siguen liderando los casos.
Femicidios en 2021 en Chile: Número de casos por región
La Región Metropolitana volvió a encabezar las cifras de femicidios en 2021, con 14 casos, consolidándose tristemente como el territorio con mayor concentración de este tipo de crímenes. Le siguen Valparaíso, Biobío y O’Higgins, todas con cifras significativas. Este patrón ya observado en 2020 revela una continuidad preocupante: los sectores más poblados siguen siendo también los más letales para muchas mujeres.
Aunque las regiones del norte y sur presentan cifras menores en cantidad absoluta, la violencia femicida está presente en todo el país. Incluso zonas menos densamente pobladas como Magallanes, Atacama y Ñuble registraron femicidios, lo que refuerza la idea de que este fenómeno es transversal y no exclusivo de ciertos contextos geográficos. La presencia de casos en prácticamente todas las regiones del país evidencia una falla sistémica en las estrategias de prevención.
Es importante también observar que, aunque los números pueden parecer pequeños en regiones aisladas, el impacto local es devastador. Un solo femicidio en una comunidad pequeña genera una onda expansiva de dolor y temor. Por eso, la respuesta institucional no puede centrarse solo en las cifras grandes: cada región debe contar con herramientas específicas, redes de apoyo locales y un enfoque de protección que reconozca sus particularidades territoriales.
Femicidios en 2021 en Chile: Relación entre víctima y agresor
Al igual que en años anteriores, la mayoría de los femicidios en 2021 fueron cometidos por la pareja actual o la expareja de la víctima. En total, 33 de los 44 casos registrados (alrededor del 75%) corresponden a estos dos vínculos. Este dato no solo confirma una tendencia estructural, sino que refleja que la violencia más letal hacia las mujeres ocurre en contextos íntimos, donde deberían sentirse más seguras. Es una señal clara de que las medidas de protección y prevención deben fortalecerse particularmente en relaciones de pareja conflictivas o ya terminadas.
También se observa una proporción menor de femicidios cometidos por conocidos, familiares o incluso personas desconocidas. Aunque estos casos son menos frecuentes, no deben ser minimizados. La diversidad en el vínculo entre víctima y agresor muestra que el femicidio no responde a una sola lógica, y que la violencia machista puede expresarse en diferentes formas y entornos. Por lo tanto, las campañas de prevención deben considerar distintos escenarios de riesgo, no solo el de la convivencia.
La categoría “sin información” persiste, lo cual indica que aún hay deficiencias en el registro o documentación completa de los casos. Este vacío afecta la posibilidad de hacer diagnósticos precisos y políticas basadas en evidencia. Es fundamental que los organismos a cargo de investigar estos crímenes, tanto policiales como judiciales, cuenten con protocolos claros para recolectar información completa desde el inicio de cada caso.
Femicidios en 2021 en Chile: Métodos de agresión
El uso de armas blancas volvió a ser el método de agresión más común en los femicidios del año 2021, presente en casi la mitad de los casos registrados. Este dato es revelador porque demuestra la cercanía física e intencionalidad directa con que se perpetran muchos de estos crímenes. No se trata de violencia accidental ni distante: es un acto deliberado, con contacto físico, que evidencia la brutalidad con la que muchas mujeres fueron asesinadas.
Los golpes y el uso de armas de fuego también aparecen como métodos frecuentes, reforzando la idea de que la violencia extrema se manifiesta de múltiples formas. En el caso de los golpes, se observa un patrón de agresión sostenida, posiblemente tras episodios previos de violencia intrafamiliar. El arma de fuego, por otro lado, plantea una preocupación adicional: el acceso que algunos agresores tienen a instrumentos letales, muchas veces sin control efectivo por parte del Estado.
Aunque menos frecuentes, los casos de estrangulamiento, incendio y otras formas de agresión no pueden pasar desapercibidos. Estas manifestaciones de violencia, aunque menos numerosas, revelan grados extremos de ensañamiento y premeditación. Incorporar el análisis de los métodos de agresión en las políticas públicas no es un detalle menor: permite establecer niveles de riesgo, generar alertas tempranas y definir estrategias específicas de intervención, sobre todo en contextos donde ya se han registrado amenazas o actos violentos previos.
Estadísticas femicidios 2022: Femicidios y migración: una alerta que crece
Por primera vez, se observa un aumento en las víctimas extranjeras. Este año reflejó nuevas vulnerabilidades que deben ser atendidas con urgencia desde el Estado.
Femicidios en 2022 en Chile: Número de casos por región
Una vez más, la Región Metropolitana aparece como el territorio con más femicidios del país: 13 casos registrados en 2022, lo que representa aproximadamente un 30% del total. Le siguen Valparaíso con 7 y Biobío con 5, repitiendo la tendencia de años anteriores. Esta concentración no solo responde a la densidad poblacional, sino también a dinámicas urbanas que dificultan el seguimiento de denuncias y la efectividad de las medidas de protección.
Es importante destacar que regiones como la Araucanía, Maule y Coquimbo también presentan cifras relevantes, lo que demuestra que el femicidio sigue siendo un problema transversal. No hay una “zona segura” en Chile cuando hablamos de violencia extrema contra las mujeres. Incluso en regiones más pequeñas como Atacama o Magallanes, se registraron al menos un caso, lo que vuelve a evidenciar la urgencia de una estrategia nacional descentralizada y contextualizada.
Lo que estos datos revelan no es solo una concentración geográfica, sino también una urgencia estructural. Cada región necesita fortalecer sus redes de apoyo, aumentar la capacidad de respuesta institucional y, sobre todo, generar condiciones que permitan a las mujeres salir de situaciones de violencia antes de que sea tarde. Mientras las cifras no bajen sostenidamente en todas las regiones, el problema seguirá siendo nacional, no local.
Femicidios en 2022 en Chile: Relación entre víctima y agresor
Al igual que en años anteriores, el agresor fue mayoritariamente alguien cercano a la víctima: en 31 de los 43 casos registrados, el crimen fue cometido por la pareja actual o la expareja. Esta cifra reafirma una vez más que el hogar o la relación sentimental sigue siendo uno de los espacios más peligrosos para muchas mujeres. El control, los celos, el aislamiento y la violencia psicológica muchas veces escalan a un desenlace fatal cuando no hay intervención oportuna.
Casos perpetrados por conocidos, familiares o incluso desconocidos también aparecen en menor número, pero no por eso deben ser desestimados. Las situaciones de vulnerabilidad pueden darse en distintos entornos: un trabajo, un espacio comunitario, una fiesta o incluso la calle. Por eso, las políticas públicas deben estar diseñadas para actuar en múltiples contextos, no solo en relaciones sentimentales.
Finalmente, el hecho de que aún existan casos en los que no se registra la relación entre víctima y agresor (“sin información”) refleja una deuda en los procesos de investigación y documentación. Contar con esta información es esencial no solo para cerrar judicialmente cada caso, sino también para entender el fenómeno de forma más precisa y efectiva. Sin datos claros, no hay diagnóstico; y sin diagnóstico, no hay prevención.
Femicidios en 2022 en Chile: Nacionalidad de las víctimas
La mayoría de las víctimas de femicidio en 2022 fueron mujeres chilenas, con 34 casos del total. Sin embargo, lo que llama la atención es el aumento de casos entre mujeres migrantes, especialmente venezolanas y colombianas. Si bien numéricamente no superan los registros nacionales, su presencia creciente en las estadísticas de femicidio es un llamado urgente a integrar una perspectiva intercultural en las políticas de protección y acompañamiento.
Las mujeres extranjeras en Chile muchas veces enfrentan barreras adicionales que agravan su vulnerabilidad: precariedad laboral, residencias irregulares, desconocimiento del sistema judicial y barreras lingüísticas o culturales. En muchos casos, también carecen de redes familiares o comunitarias que puedan apoyarlas. Esto hace que situaciones de violencia se prolonguen en el tiempo sin ser denunciadas, y que las posibilidades de escape o protección sean mínimas.
Que hoy existan femicidios cometidos contra mujeres de diversas nacionalidades nos obliga a pensar el fenómeno como algo más amplio que lo estrictamente “doméstico” o “nacional”. La migración no puede ser sinónimo de desprotección. Las políticas públicas deben ser inclusivas, accesibles y adaptadas a las realidades de mujeres que llegan a Chile buscando una vida mejor, y que no deberían encontrar violencia como respuesta.
Estadísticas femicidios 2023: Cuando el hogar se convierte en el lugar más peligroso
La mayoría de los femicidios ocurrieron dentro de la vivienda de la víctima o del agresor, dejando claro que la protección dentro del espacio doméstico aún es insuficiente.
Femicidios en 2023 en Chile: Número de casos por región
La Región Metropolitana volvió a liderar los casos de femicidio en 2023, con un total de 12 víctimas, lo que representa una parte significativa del total nacional. Le siguen Valparaíso y Biobío, con 6 y 5 casos respectivamente. Estas cifras refuerzan un patrón que se repite cada año: la violencia más extrema hacia las mujeres tiende a concentrarse en las zonas más urbanizadas, donde la densidad poblacional y la precariedad de las redes de apoyo pueden ser factores influyentes.
Sin embargo, la distribución regional muestra nuevamente que ninguna zona del país está exenta de esta realidad. Desde Tarapacá y Antofagasta en el norte hasta Los Lagos y Aysén en el sur, el fenómeno de los femicidios atraviesa todo el territorio nacional. Esta amplitud geográfica habla de un problema estructural, más allá de factores sociales o económicos particulares de cada región.
Un aspecto preocupante es que en varias regiones con menos recursos institucionales —como Arica y Parinacota, Atacama o Ñuble— también se reportaron casos. Esto pone en evidencia la necesidad urgente de fortalecer la capacidad local para prevenir, detectar y actuar ante situaciones de violencia, especialmente en comunas alejadas de los centros urbanos donde muchas veces la respuesta estatal es más lenta o insuficiente.
Femicidios en 2023 en Chile: Relación entre víctima y agresor
El año 2023 mantuvo la misma constante que los años anteriores: la mayoría de los femicidios fueron perpetrados por la pareja actual o la expareja de la víctima. Juntas, estas dos categorías representan más del 70% de los casos registrados. Esta cifra no solo es alarmante, sino que deja en evidencia una gran deuda en materia de prevención de la violencia en las relaciones afectivas. Las denuncias, medidas de protección y acompañamiento a mujeres en riesgo siguen siendo insuficientes.
También se registraron crímenes cometidos por conocidos, familiares y personas desconocidas. Aunque estos casos son menos frecuentes, demuestran que la violencia feminicida puede surgir en contextos variados: desde el hogar hasta espacios laborales o comunitarios. La figura del femicidio no siempre encaja en el molde de una relación de pareja violenta; hay escenarios más complejos que también requieren atención y respuestas diferenciadas.
Por otro lado, el hecho de que aún existan casos sin información clara sobre el vínculo con el agresor revela fallas en el levantamiento de datos. Esta omisión no solo dificulta el análisis y la formulación de políticas públicas, sino que también invisibiliza aspectos importantes de las víctimas y de sus entornos. La precisión en el registro de estas relaciones debe ser una prioridad si se quiere diseñar una estrategia eficaz contra la violencia de género.
Femicidios en 2023 en Chile: Lugar del crimen
Los datos muestran que más de la mitad de los femicidios de 2023 ocurrieron en espacios íntimos: ya sea en el domicilio de la víctima o en el que compartía con su agresor. Esto refuerza una realidad alarmante que se repite año a año: el hogar, lejos de ser un lugar seguro para muchas mujeres, es donde enfrentan el mayor riesgo. Esta información debe servir como base para mejorar las medidas de protección que se otorgan en situaciones de violencia intrafamiliar, especialmente en contextos donde la víctima sigue conviviendo con el agresor.
Lugares como la vía pública o el domicilio del agresor también figuran entre los escenarios del crimen. Estos datos apuntan a que, si bien la violencia se da principalmente en espacios privados, también puede manifestarse de forma visible y pública, incluso en zonas transitadas. Estos casos suelen tener un fuerte componente simbólico de dominación o castigo frente a terceros, y muestran que la impunidad social aún permite que se perpetren crímenes a plena vista.
Finalmente, la categoría “otro lugar” y los casos sin información indican que aún hay margen para mejorar la precisión de los registros. Saber dónde ocurre un femicidio no es solo un dato administrativo: permite focalizar campañas de prevención, entrenar a fuerzas de seguridad en puntos críticos y generar alertas territoriales. Entender los espacios donde se materializa la violencia es una herramienta clave para evitar que se repita.
Estadísticas femicidios 2024: Persistencia y deuda institucional
El uso de armas blancas volvió a encabezar los métodos de agresión, y los vínculos afectivos siguen siendo el principal escenario del crimen. Nada ha cambiado lo suficiente.
Femicidios en 2024 en Chile: Número de casos por región
En 2024, la Región Metropolitana volvió a concentrar la mayor cantidad de femicidios del país, con 12 casos registrados, una cifra consistente con la tendencia de años anteriores. Valparaíso y Biobío también aparecen con cifras preocupantes, reflejando que las zonas urbanas continúan siendo los territorios donde más se manifiesta la violencia letal contra mujeres. Este patrón, más allá de su reiteración, evidencia una insuficiencia estructural en la prevención y el abordaje de la violencia de género en contextos densamente poblados.
Sin embargo, el fenómeno está lejos de limitarse a las grandes ciudades. Regiones como Los Lagos, O’Higgins, Maule y Araucanía también reportaron múltiples femicidios, lo que demuestra que la violencia de género está profundamente arraigada en todas las zonas del país. La diversidad territorial de los casos reafirma que se requieren estrategias descentralizadas, ajustadas a las realidades específicas de cada región y con fuerte presencia institucional a nivel local.
Es especialmente preocupante la aparición constante de femicidios en regiones donde la oferta de servicios especializados es limitada. Arica y Parinacota, Ñuble y Atacama, a pesar de sus menores volúmenes poblacionales, figuran cada año en las estadísticas. Esta realidad subraya la importancia de fortalecer las redes de apoyo, la formación de equipos locales de atención y la promoción de campañas de prevención incluso en los rincones menos visibles del país.
Femicidios en 2024 en Chile: Relación entre víctima y agresor
Durante 2024, la mayoría de los femicidios volvieron a ser cometidos por personas del entorno íntimo de la víctima: parejas actuales y exparejas sumaron 29 de los 43 casos registrados. Este dato confirma, una vez más, que la violencia más letal contra las mujeres no proviene principalmente de desconocidos, sino de vínculos afectivos que muchas veces fueron tolerados, invisibilizados o no denunciados a tiempo. Esta repetición anual de patrones debería ser suficiente para impulsar una transformación estructural en las políticas de prevención.
El resto de los casos se reparten entre conocidos, familiares y agresores desconocidos. La presencia de femicidios cometidos por personas ajenas al vínculo afectivo directo no debe ser pasada por alto: en estos contextos, las motivaciones pueden ser distintas, pero el resultado es igual de devastador. Esto obliga a que la prevención no se limite a las relaciones de pareja, sino que también abarque espacios públicos, laborales y familiares.
Una vez más, la categoría “sin información” pone de relieve la importancia de un registro más preciso y riguroso. Cada dato incompleto es una oportunidad perdida de entender mejor el fenómeno y, por ende, de prevenir nuevos casos. Saber quién fue el agresor y cuál era su vínculo con la víctima no es un mero detalle estadístico: es clave para anticipar riesgos, mejorar el diseño de políticas públicas y ofrecer justicia real a quienes ya no están.
Femicidios en 2024 en Chile: Métodos de agresión
El uso de arma blanca vuelve a liderar las estadísticas en 2024, con 17 casos registrados, lo que representa una forma de agresión directa, cercana y letal. Esta cifra no solo confirma una tendencia persistente, sino que también pone en evidencia que muchos de estos crímenes ocurren en contextos donde el agresor tiene acceso inmediato a elementos cortopunzantes. Este patrón, repetido año a año, plantea la urgencia de revisar el acceso a armas domésticas y, sobre todo, de mejorar la capacidad de anticipar situaciones de riesgo.
El segundo y tercer lugar los ocupan los golpes (9 casos) y las armas de fuego (7 casos). Los golpes, en particular, sugieren una violencia muchas veces sostenida en el tiempo, lo que podría haberse anticipado con una intervención temprana. Por su parte, el uso de armas de fuego vuelve a levantar una alerta sobre la necesidad de una fiscalización más rigurosa en torno al porte y tenencia de este tipo de armamento. Son herramientas que, en manos de un agresor, aumentan considerablemente la probabilidad de un desenlace fatal.
Aunque en menor número, también se reportaron casos de estrangulamiento, incendio y otros métodos, cada uno con sus propias implicancias simbólicas y materiales. Estos métodos reflejan altos niveles de ensañamiento, planificación o simbolismo, y deben ser abordados con particular atención desde la justicia penal y los servicios de reparación. En definitiva, conocer el “cómo” también es parte del “por qué”: entender el método es clave para comprender la dinámica del crimen y prevenir su repetición.
Cinco años de femicidios en Chile (2020–2024)
Entre 2020 y 2024, Chile ha vivido un ciclo de violencia femicida que, aunque con variaciones anuales, mantiene patrones inquietantemente estables. Cada año, el número de casos se mantiene dentro de un rango similar —alrededor de 40 a 56 femicidios anuales—, lo que evidencia que, pese a los avances legislativos y al aumento de la visibilidad mediática del problema, las medidas estructurales para frenar esta violencia no han sido suficientemente efectivas. Los datos son dolorosamente constantes, pero no deben volverse normales.
Hay tres grandes tendencias que se repiten en estos cinco años. Primero, la Región Metropolitana lidera sistemáticamente las cifras, seguida de Valparaíso y Biobío, lo que apunta a una concentración urbana del fenómeno, aunque no exclusiva: todas las regiones del país registran casos. Segundo, la relación entre víctima y agresor reafirma que los femicidios son, en su mayoría, crímenes íntimos: parejas, exparejas y familiares son los principales perpetradores. Y tercero, los métodos de agresión muestran una violencia directa y brutal, con armas blancas y golpes como los mecanismos más frecuentes.
Además, el análisis temático variable por año (edad, nacionalidad, lugar del crimen) arroja otras alertas importantes: el aumento de víctimas extranjeras, la vulnerabilidad de mujeres jóvenes y adultas mayores, y el hecho de que la mayoría de los crímenes ocurren dentro de la vivienda de la víctima o el agresor. Todo esto revela que el femicidio no es un hecho aislado o inexplicable: es el desenlace extremo de una cadena de violencias que muchas veces fue advertida, pero no interrumpida. La deuda del Estado, la justicia y la sociedad no es solo proteger, sino prevenir, reparar y transformar profundamente las condiciones que permiten que esto siga ocurriendo.